La vida se desliza por tus dedos y resbala con tus uñas para caer al vacío pero,
mucho antes de aquello,
sostenías un hilo con ambas manos y tirabas de él, lo enredabas con tus dedos, esperabas a que se rompiese, a que se estirase, a que se engrosase y estallase en rabia.
Y mucho antes de aquello discutías con la llave de tu jaula y le exigías,
pedías,
rogabas,
llorabas que te ayudase en vano.
Porque la llave es avariciosa,
codiciosa,
orgullosa,
más de sí misma que de quien le permite ser llave.
Y ahora tus ojos son uno con el cielo
y, tu boca, las nubes lloviendo rojizo sobre suelo.
22/11/14
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