Su pelo eran manchas de café y su cara, inexistente -hacía tiempo que perdió la expresividad-. Era como yo.
Se veía obligada a pasar los días entre árboles que lloraban a cada hora un poco más de felicidad y, cuando el viento mecía su cuerpo, tan sólo deseaba fundirse con el para poder viajar y escapar de aquella jaula.
Y oh, esas horrísonas llamadas a la libertad... que poco tienen que envidiar a los libros en blanco que leía.
Cuantas amapolas, aquí por donde se duerme la conciencia -me dejan volando por ese cielo rosáceo que nunca he visto-.
Despierto.
Una cuerda de miedo ahogándome en mis gritos, sinergia extenuante que me deja fuera de juego.
“Me gusta cuando tu piel se vuelve roja”, me dijo.
“No puedo ver los colores”, contesté.
Estalló en rabia, rompió paredes de aire y me amedrentó con cada amago de respirar.
Exhalé profundo.
Colapsé.
Volví a empezar.
Me gusta su pelo, dicen que es como una mancha de café, era como yo.
__________________________________________________________________________
PD: el dibujo no es mío, si alguien sabe quien es el autor/autora, que me lo comente.